martes, 26 de abril de 2016

Se me paró el corazón. La sala del museo adonde nos dirigíamos...




   Se me paró el corazón. La sala del museo adonde nos dirigíamos estaba al girar el pasillo.
   -Estamos ya- me dijo.
   -Es raro estar aquí.
   -Es interesante.
   Se sentó en uno de los bancos y exhaló fuerte reconociendo su cansancio.
   -Este es su lugar -dijo entonces pausadamente, con voz profunda-. El cuadro que venimos buscando está aquí.
   -Cómo quiere que esté tranquila si me lo dice así de golpe.
   -Y cómo quiere que se lo diga. No es la cripta del Santo Grial.
   Clavó entonces en mis ojos una mirada arrogante.
   -Teresa...
   Sostuve su mirada cuando se iba haciendo más paternal.
   -...la he traído hasta aquí porque posiblemente este sea el lugar que tanto ha buscado estos meses. La respuesta a quién fue esa mujer o a quién es usted.

domingo, 24 de abril de 2016

El anticuario casual de Fernando VI tenía...


El anticuario casual de Fernando VI tenía al alcance todo un surtido de muebles que parecían sacados de viejos parques parisinos: esas sillas de tijera que siempre cojean blancas, ahora oxidadas, junto a unos bancos de madera desconchados, que proyectaban un escenario de película decadente. Había mesas gigantes de patas torneadas que costaban un potosí dispuestas con decenas de jarrones de cristal llenos de rosas de tallo alto frescas. Cada centímetro de la exposición y venta estaba salpicado de objetos, más o menos valiosos, pero mi pulso se aceleraba aguijoneado por la poderosa influencia del cartel qe se veía desde la puerta... allá al fondo.

viernes, 22 de abril de 2016

Tan pronto frío, tan pronto calor.

Tan pronto frío, tan pronto calor.
Se quita uno la bufanda y estornuda.
Los bancos del parque están mojados.
La colillas se estropean en el suelo.
Y luego, por todas partes hay parejas,
y ese estúpido Cupido,
anda rondando por los rincones.
¡Quién fuera perro de lanas,
para ir bien abrigado en invierno,
y ser esquilado en verano!
¡Quién fuera caracol para tener segura
la casa de huéspedes!
¡Y luego quieren que uno ame al prójimo!

domingo, 17 de abril de 2016

En el jardín de la calle Plumet...



En el jardín de la calle Plumet y cerca de la verja, había un banco de piedra defendido de las miradas de los curiosos por un enrejado de cañas.

miércoles, 13 de abril de 2016

Pero aquellos necios, sin embargo, se equivocaron una vez más.




      Pero aquellos necios, sin embargo, se equivocaron una vez más. El mendigo que había entrado en San Francesco no era uno cualquiera.
     Sin darse un respiro, el hombre de la ropa raída dejó atrás la doble fila de bancos de madera que flanqueaban la nave principal y apretó el paso hacia el altar mayor. En la iglesia no se veía ni un alma. Mejor. Al fin le había sido permitido ver una tabla. La Virgen de las Rocas, de la que muy pocos en Milán conocía su verdadero nombre: la Maestà.




domingo, 10 de abril de 2016

Me acuerdo de todos aquellos días...



Me acuerdo de todos aquellos días en su individualidad; parece como si huibieran sido ayer. Encontré la esquina donde ella siempre quería sentarse -el banco de mármol calentado por el sol-, frente a la pantalla de encinas, junto a la exuberante estatua de Pomona. El lugar está exactamente igual, salvo por el hecho de que la pobre Pomona ha perdido uno de sus afilados dedos. Permanecí allí sentado durante media hora, y qué extraño lo cerca de mí que ella parecía estar. El lugar estaba competamente vacío : es decir, lleno de ella.

viernes, 8 de abril de 2016

Entré en la iglesia con el corazón dando tumbos...



Entré en la iglesia con el corazón dando tumbos, y fui a sentarme en un banco cerca de la puerta. Aunque estaba convencido de que no me habían seguido, me volvía con inquietud cada vez que oía chirriar la puerta. Antes de que el reloj de la iglesia diese las diez, vi entrar al aya que había acompañado a Isabel en la ópera. Parecía asustada, y no me reconoció hasta que le hice una seña. Me pidió que la siguiera hasta el Rio de Santa Giustina, en donde nos esperaba una góndola.

sábado, 2 de abril de 2016

Al pie del árbol había unos bancos...



  Al pie del árbol había unos bancos. las enredaderas se encaramaban al muro que daba a la calle, formando un pórtico.
  Era la casa más bonita que yo nunca había contemplado.
  Después de la populosa calle de los Carpinteros, después de las habitaciones donde mujeres y hombres dormían hacinados entre bebés que no cesaban de berrear, aquello me pareció un palacio.

viernes, 1 de abril de 2016

Nos costó mucho terminar las tareas que nos había encomendado...


Nos costó mucho terminar las tareas que nos habían encomendado, acabando, puertas, bancos y dinteles, y las piezas que aún quedaban por desbastar y pulir, antes de entregarlas a los pintores. Después hubo de recoger las cosas que ya estaban pintadas y colocarlas en las casas de sus propietarios, lo cual me gustaba porque me recreaba viendo diferentes clases de habitaciones y gente distinta, aunque siempre trabajábamos con la cabeza y la mirada gachas, por respeto, pero eso no me impedía ver y aprender cosas nuevas. Pero todo esto suponía volver a casa al anochecer, cansado y hambriento.