lunes, 22 de mayo de 2017

Más hombres había matado en Cuba...


Más hombres había matado en Cuba, y eran jóvenes e inocentes. Fue así cómo Albert Corner i Espiga abrió y al mismo tiempo cerró el capítulo de la mala conciencia. Incluso creyó que haber dudado había sido bueno, porque lo había reafirmado en la fortaleza de sus razones.
   Sentado en el banco de madera tapizado frente a la galería de su casa, a menudo observaba aquella calle Proveza que era un hervidero de andamios y obreros. Desde aquel atrio privilegiado, la única certeza que regía su mundo era la del poder. Y él lo había conseguido.

sábado, 13 de mayo de 2017

¿A lo mejor? Libero Parri se levantó.


  ¿A lo mejor? Libero Parri se levantó. Detestaba recurrir a ese truco, y por regla general solía evitarlo. Pero allí se trataba de una cuestión de vida o muerte.
  -Voy a salir un momento -le dijo a Ultimo-. Coge esto y no te muevas de ahí. Antes o después, volveré.
  Ultimo cogió la botella de conserva y la colocó cerca de él.
  -De acuerdo -dijo.
  Libero Parri salió de la Itala y caminó sin prisas hasta el Po. Permaneció allí mirando las colinas al otro lado del río, sentado en el banco. Desprendían riqueza y elegancia. Cuando llegó la hora de comer, encontró una bodega en las que hacían una sopa que no estaba nada mal y un curioso pastel de castañas. En cuanto acabó de comer, se quedó fumando con un cartero anarquista que tenía tres hijas a las que había llamado Libertad, Igualdad y Fraternidad. Bonitos nombres, dijo Libero Parri. Lo pensaba de verdad. Eran ya las tres cuando se presentó delante de la secretaria que tenía una pierna de madera. Ella lo miró con una sonrisa y sin dejar de sonreír le dio la buena noticia.

sábado, 6 de mayo de 2017

Avanzo por la calle y entro en un parque.


Avanzo por la calle y entro en un parque. Miro los bancos, sus patas de hierro y sus listones de madera.
  -¡Ahí os pudráis! -esclamo-. No tengo nada que ver con vosotros, ni siquiera os conozco. Esta noche no pasaré frío ni me destrozaréis la espalda, esta noche me espera un techo y una cama como Dios manda.
  Miro a los vagabundos que están tumbados en los bancos. Recupero la sensacion del tintineo y recuerdo lo desesperado que me sentía la noche pasada.
  Se está haciendo tarde y estoy cansado. Ya en el barrio chino me detengo delante de una pensión de mala muerte. No tiene marquesina para proteger de la lluvia a los huéspedes, ni tampoco portero con traje de comandante de la Guardia Imperial. Nada de eso es necesario, ya que todas las suites están en el tercer piso. Después de subir las desvencijadas escalera, me falta el aliento. En el descansillo me encuentro a un tipo sentando en un taburete dentro de una especie de jaula de alambre.