Al pie del árbol había unos bancos. las enredaderas se encaramaban al muro que daba a la calle, formando un pórtico.
Era la casa más bonita que yo nunca había contemplado.
Después de la populosa calle de los Carpinteros, después de las habitaciones donde mujeres y hombres dormían hacinados entre bebés que no cesaban de berrear, aquello me pareció un palacio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario