domingo, 24 de abril de 2016

El anticuario casual de Fernando VI tenía...


El anticuario casual de Fernando VI tenía al alcance todo un surtido de muebles que parecían sacados de viejos parques parisinos: esas sillas de tijera que siempre cojean blancas, ahora oxidadas, junto a unos bancos de madera desconchados, que proyectaban un escenario de película decadente. Había mesas gigantes de patas torneadas que costaban un potosí dispuestas con decenas de jarrones de cristal llenos de rosas de tallo alto frescas. Cada centímetro de la exposición y venta estaba salpicado de objetos, más o menos valiosos, pero mi pulso se aceleraba aguijoneado por la poderosa influencia del cartel qe se veía desde la puerta... allá al fondo.

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