jueves, 9 de marzo de 2017

Bernard. París, 2007


Obeservaba desde la terraza el tránsito de los automóviles, mi mirada descendió hacia el banco del bulevar Bourdon, donde una pareja de jóvenes se besaba; probablemente el mismo banco en el que Bouvard y Pécuchet conversaron, bajo un calor de treinta y siete grados, en la novela de Gustave Flaubert. No hay nada más placentero y hechizante que deleitarse observando los besos que se dan los jóvenes en París: besos de tornillo, de pura lengua; Robert Doisneau supo retratar el beso parisino como nadie.