sábado, 29 de abril de 2017

Microcuentos. PIEDAD por Carlos Aymi



PIEDAD
por Carlos Aymí

Recordé eso de que los borrachos siempre dicen la verdad… y yo necesitaba escuchar una, la que fuese. Por eso me acerqué al tipo de la plaza, parecía tener una buena cogorza con esas pintas y un vaso de vino en la mano. Me costó hacerme hueco, le escuchaban en semicírculo una decena de personas. Le eché treinta y tantos, su piel era cetrina, iba descalzo.

Jesucrito no está sentado a la derecha del Padre, soltó de golpe, y siguió. No resucitó al tercer día. Un dios no puede permitir que su madre le llore desconsolada sin volver a la vida de inmediato. Y si debe rebelarse, lo hará. Contra quien sea, contra lo que sea; hombres, otros Dioses, o religiones. Una madre es lo primero.

Dejó de hablar y el silencio envolvió la plaza. Depositó el vaso de vino en el suelo y se dirigió a un banco cercano, allí le esperaba una señora mayor. Ayudó a que se levantara y se marcharon con paso decidido, agarrados del brazo. Todavía pude fijarme en las cicatrices de las muñecas de él y en el rostro de serenidad, orgullo y agradecimiento de ella. Cuando desaparecieron me acerqué a examinar el vaso de vino.

domingo, 23 de abril de 2017

Murio en misa un domingo por la mañana, dijo Addie.

Murio en misa un domingo por la mañana, dijo Addie. Ya lo sabes.
  Sí, me acuerdo.
  Era agosto, en la iglesia hacía calor y Carl siempre llevaba traje, incluso en los días más calurosos del verano. Le parecía que era su obligación como empresario, como agente de seguros. Le importaban las apariencias. No sé por qué ni por quién. Pero a él le importaban. A mitad del sermón del pastor noté que se apoyaba en mí y pensé: Se ha dormido. Bueno, pues que duerma. Está cansado. Pero entonces se cayó hacia delante y se gopeó la cabeza contra el respaldo del banco de delante sin que yo puediera evitarlo. Intenté agarrarlo, pero se dobló y cayó al suelo. Yo me agaché, le susurré. Carl. Carl. La gente de alrededor nos miraba y el hombre que estaba a su lado se deslizó del asiento para ayudarle y levantarse. El pastor se calló y empezó a levantarse gente para echar una mano. Llamad a una ambulancia, dijo alguien. Lo levantamos del suelo y lo tumbamos en el banco. Intenté hacerle el boca a boca, pero ya había muerto. Llegaron los de la ambulancia. ¿Quiere que lo traslademos al hospital?, me preguntaron. No, llévenlo a la funeraria. Tendremos que esperar al forense para poder moverlo. Así que esperamos al forense y al fin apareció y declaró a Carl muerto.