domingo, 10 de abril de 2016

Me acuerdo de todos aquellos días...



Me acuerdo de todos aquellos días en su individualidad; parece como si huibieran sido ayer. Encontré la esquina donde ella siempre quería sentarse -el banco de mármol calentado por el sol-, frente a la pantalla de encinas, junto a la exuberante estatua de Pomona. El lugar está exactamente igual, salvo por el hecho de que la pobre Pomona ha perdido uno de sus afilados dedos. Permanecí allí sentado durante media hora, y qué extraño lo cerca de mí que ella parecía estar. El lugar estaba competamente vacío : es decir, lleno de ella.

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