miércoles, 23 de diciembre de 2015

El jardín estaba cubierto por emparrados...



...El jardín estaba cubierto por emparrados sostenidos por arcos que en aquella época primaveral estaban tupidos, así que encerraban un fresco y agradable túnel que finalizaba en una glorieta. Junto a las bases de los emparrados estaban dispuestos bancos de obra desde lo que contemplar los numerosos chorros de agua que se alzaban en el aire antes de caer al estanque.

En los bancos de las visitas...

 


En los bancos de las visitas, adosados a las paredes laterales del salón, aparecían sentados algunos sacerdotes, un veinticuatro de Córdoba, dos jurados, varias personas desconocidas por Hernando y tres de los hidalgos que vivían en palacio. En otro banco se sentaban los criados, ocupados en atender a los visitantes durante la espera, y a su lado una banqueta baja donde se sentó el paje que le conducía en cuanto el maestresala se hizo cargo del morisco.

sábado, 28 de noviembre de 2015

¿Cuántas mujeres hay...


-¿Cuántas mujeres hay en ese lupanar del que hablas? - ironizó, una vez sentado sobre lo que es sus días debía de haber sido uno de los dos bancos con los que contaba la chalupa. El tratante ya bogaba en dirección a la orilla contraria.

domingo, 11 de octubre de 2015

... había ahora un banco de madera...



Donde Connor  y Ed habían estado charlando hacía un año había 
ahora un banco  de madera, y Julia se sentó en un extremo y Connor 
en el otro. Durante un largo rato  no hablaron. 
                                                                          

















































lunes, 28 de septiembre de 2015

Le observó alejarse bajo los árboles.


   Ella le observó alejarse bajo los árboles, a través de la luz y las sombras. Cuando lo perdió de vista, se sentó en un banco de metal. En el paterre que había a su lado los narcisos inclinaban la cabeza como si escucharan algún tenue sonido lejano.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Por dentro el carromato resultaba inesperadamente espacioso...


Por dentro el carromato resultaba inesperadamente espacioso, aunque la única manera de permanecer de pie, en particular para Packie el Quinqui, era enconvándose. Había dos camas bajas y largas, una a cada lado, apenas más anchas que un banco, con un armario pequeño entre ellas. A la derecha de la puerta había una estufa redonda con un tiro de estaño doblado y de aspecto algo cómico que salí al exterior por un agujero del techo. En el armario había un panel de madera que podía sacarse para crear una especie de mesa, y eso hizo Packie, que invitó a sus dos visitantes a que tomaran asiento.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Sacar el cuerpo del canal no resultó fácil.




...El sargento Jenkins encargó a Quinlan que inspeccionara el lugar de los hechos con la linterna, mientras él se acercaba a la pareja de enamorados que habían visto el cuerpo para hablar con ellos. La muchcacha estaba sentada en un banco de hierro forjado bajo un árbol, estrujando un pañuelo y gimotenado. Su rostro se veía muy pálido en las sombras y, cada pocos segundos, un gran escalofrío estremecía su cuerpo y le hacía contraer los hombros. Su novio permanecía rezagado en la oscuridad, fumando nervioso.

domingo, 30 de agosto de 2015

Desde mi banco, podía observalos con atencion...



Desde mi banco, podía observalos con atención. Sí. porque no era solamente la coqueta caniche blanca y su ama,  ahora acababa de llegar al parque un robusto joven llevado casi a volanda por un enorme bulldog; ¡no  se cual de los dos inspiraba mayor respeto! pero el parecido era indudable. Más tarde, con paso lento y elegante porte, se acercó una dama de cierta edad acompañada de un esbelto galgo ruso. Parecía la portada de una revista frances, y pensé, ¡de tal amo, tan animal de compañía!

sábado, 22 de agosto de 2015

Así pues, al final he hecho lo que me han aconsejado...




Así pues, al final he hecho lo que me ha aconsejado Gaskill y, tras comprarme un sándwich de jamón y queso, he ido al único parque que hay en Witney (una pequeña parcela de tierra más bien triste rodeada de casas de la década de 1930 y ocupada casi por completo por un parque infantil de asfalto).Una vez ahí, me he sentado en un banco al fondo mientras las madres y las niñeras regañaban a su niños por comer arena del foso. Tiempo atrás solía soñar con esto. Soñaba con venir aquí. No para comer un sándwich de jamón y queso entre interrogatorios de la policía, claro está, sino con  mi propio bebé.

viernes, 21 de agosto de 2015

Voy a mejorarlo.





-Voy a mejorarlo. Fue presuntuoso.-Caminaban de nuevo uno junto al otro, alejándose del sendero para adentrarse en el lado florido del patio, hacia un banco cercano al rododendro-. Arrogante , estúpido y grosero, caramba –concluyó-. Y luego aparezco y me doy cuenta de que casi es una adolescente…


miércoles, 19 de agosto de 2015

Decansamos un momento...


Descansamos un momento en el banco de madera que está debajo del olmo centenario, cuyo gigantesco tronco marca el cruce de Church Street y Saffron High Street. El sol invernal parpadeaba a través del encaje de sus ramas desnudas, desentumeciendo mi espalda. Qué extraños son estos días claros y brillantes de finales de invierno, en que es posible sentir frío y calor al mismo tiempo.

lunes, 10 de agosto de 2015

Había una chimenea tiznada de hollín...


Había una chimenea tiznada de hollín, y un sillón de cuero delante de unas enormes ventanas con forma de arco en la pared adyacente. Si uno se subía al oscuro banco de madera y miraba a través de los cristales sellados con plomo, podría distinguir un patio donde dos leones de cobre montaban guardia sobre sus desgastados pedestales, contemplando el cementerio construido en el valle que estaba más abajo.

Hace una mañana templada...

Hace una mañana templada, anticipo de la primavera, y estoy sentada en el banco de hierro del jardín, debajo del olmo. Me hace bien tomar un poco de aire fresco -eso dice Sylvia-, de modo que aquí estoy, escondiendo el rostro ante el timido sol invernal y volviendo a mostrarlo, como si arrullara a un bebé; mis mejillas están tan frías y mustias como un par de melocotones dejados demasiado tiempo en la nevera.

lunes, 13 de julio de 2015

EL CIEGO QUE VEÍA A DIOS.





Madrid, corazón de España
Estrenaba primavera.
Los árboles se adornaban
Con sus primicias más bellas.

Por la calle de Alcalá
No se cantaban zarzuelas
De floristas con los nardos
Y clavelitos de fiesta.

Y sin falda “almidona”
Muchachas quinceañeras
Vestían la minifalda
Luciendo sus lindas piernas.

Los coches iban veloces
En caótica carrera,
Arrancando a sus motores
Una estrepitosa fuerza.

Entre murmullos y prisas
Un ciego de unos cuarenta
Pregonaba sus cupones
Por sólo treinta pesetas.
 

Su voz se quebró al instante
Cuando una campana vieja
Llamaba con sus repiques
Al templo que estaba cerca.

Con un ademán solemne
Salvó con cierta cautela
El trecho que le faltaba
Hasta llegar a la iglesia.

Y yo, sin saber porqué,
Sin advertirlo siquiera,
Buscando algo insospechado
Crucé la sagrada puerta.

La música me envolvió
En una emoción intensa,
Estaba como impregnada
De una celestial cadencia.

Oro de los cálices sacros
Con albura de ornamentas,
Lámparas, luces, colores,
Resplandores de las velas.
 

Perfume de incienso y flores,
Fuerte calor de la cera.
Olor a infancia lejana,
Olor a lejana aldea.

Aldea, templo, niñez…
Ay Dios mío, cuánto pesan
Estos recuerdos tan hondos
De resonancia eternas.

Al tomar la comunión
El hombre de gafas negras
Cantó “Veante mis ojos”
De tradicional esencia.

Cuando volvía a su banco
Tenía la faz serena.
El bastón de mariscal
Lo apoyaba en su derecha.

Y su pecho era sagrario
De divina realeza,
Del Creador de la luz
Que ahuyentara las tinieblas.
 

Apenas hubo salido
Gritó otra vez en la acera.
-Tengo cupones de suerte,
Los dos últimos me quedan-.

Yo presuroso corrí
Y le arrebaté la oferta.
-Gracias, señor-, él me dijo
Con suma delicadeza.

Por un momento sentí
Cierto dolor de cabeza
Y un temblor que me llenó
De una profunda vergüenza.

Él me llamaba señor.
Él que, llevaba por prenda
Dentro de su corazón
Al Dios de cielos y tierra…
 
La tarde nos obsequiaba
Con una caricia fresca.
Las hojas verdes bailaban
Una danza suave y lenta.
 

El ciego partió silbando
Y entró en una callejuela.
Y yo, sin saber porque,
Me fui de nuevo a la iglesia.


Versos en el camino
Avelino Medina