El rey se recostó en su sitial, un amplio sillón de madera sobre el que se habían labrado las armas de Castilla, y todos hicimos lo mismo a lo largo de bancos de madera con bajos respaldos. En aquella época todavía solía comerse así, y aunque algunos nobles comían sentados, a la manera musulmana, la mayoría lo hacía recostada sobre uno de sus flancos, apoyada en mullidos cojines.
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