Y cuando digo todo, quiero decir todo: los candelabros, las escudillas, las lámparas, las campanillas para llamar al servicio, los jarros, las palanganas, la cucharas y los cuchillos, los saleros, el azucarero, los platos, las salvillas, las copas, las fuentes de servir, las escupideras, los marcos, los velones, los taburetes, las sillas y hasta los bancos y la tabla entera de la mesa para comer, sin contar los Cristos, los Crucifijos, las insignias y las imágenes de bulto de Vírgenes y santos que abarrotaban la estancia. Sólo se salvaban los tapices de Flandes, las alfombras turcas y las pinturas, y eso por ser de tela.
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