Conforme me acercaba, pude contemplar con mayor detalle a los personajes de aquella casi égloga pastoril. Parecían tan relajados y felices, entre flores, bancos y fuentes, que habría jurado que aquel era el reducto inmaculado de una vida de contemplanción bucólica que, para mí, había pertenecido hasta entonces al ámbito de la utopía.
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