sábado, 6 de mayo de 2017

Avanzo por la calle y entro en un parque.


Avanzo por la calle y entro en un parque. Miro los bancos, sus patas de hierro y sus listones de madera.
  -¡Ahí os pudráis! -esclamo-. No tengo nada que ver con vosotros, ni siquiera os conozco. Esta noche no pasaré frío ni me destrozaréis la espalda, esta noche me espera un techo y una cama como Dios manda.
  Miro a los vagabundos que están tumbados en los bancos. Recupero la sensacion del tintineo y recuerdo lo desesperado que me sentía la noche pasada.
  Se está haciendo tarde y estoy cansado. Ya en el barrio chino me detengo delante de una pensión de mala muerte. No tiene marquesina para proteger de la lluvia a los huéspedes, ni tampoco portero con traje de comandante de la Guardia Imperial. Nada de eso es necesario, ya que todas las suites están en el tercer piso. Después de subir las desvencijadas escalera, me falta el aliento. En el descansillo me encuentro a un tipo sentando en un taburete dentro de una especie de jaula de alambre.

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