domingo, 23 de abril de 2017

Murio en misa un domingo por la mañana, dijo Addie.

Murio en misa un domingo por la mañana, dijo Addie. Ya lo sabes.
  Sí, me acuerdo.
  Era agosto, en la iglesia hacía calor y Carl siempre llevaba traje, incluso en los días más calurosos del verano. Le parecía que era su obligación como empresario, como agente de seguros. Le importaban las apariencias. No sé por qué ni por quién. Pero a él le importaban. A mitad del sermón del pastor noté que se apoyaba en mí y pensé: Se ha dormido. Bueno, pues que duerma. Está cansado. Pero entonces se cayó hacia delante y se gopeó la cabeza contra el respaldo del banco de delante sin que yo puediera evitarlo. Intenté agarrarlo, pero se dobló y cayó al suelo. Yo me agaché, le susurré. Carl. Carl. La gente de alrededor nos miraba y el hombre que estaba a su lado se deslizó del asiento para ayudarle y levantarse. El pastor se calló y empezó a levantarse gente para echar una mano. Llamad a una ambulancia, dijo alguien. Lo levantamos del suelo y lo tumbamos en el banco. Intenté hacerle el boca a boca, pero ya había muerto. Llegaron los de la ambulancia. ¿Quiere que lo traslademos al hospital?, me preguntaron. No, llévenlo a la funeraria. Tendremos que esperar al forense para poder moverlo. Así que esperamos al forense y al fin apareció y declaró a Carl muerto.





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