-¿Muerto? No creo. Pero si esto es la muerte, bendito sea.
-¡Disculpe! Siento mucho haberle molestado. Pensé que tal vez...
-Ya. Uno ve a un viejo con los ojos cerrados y enseguida piensa que ha estirado la pata.-Daniel González fue abriendo los ojos mientras se desperezaba con lentitud en el duro banco de cemento. Repasó a la chica de pies a cabeza. No debía de ser del pueblo; salir a pasear con aquellos tacones no era propio de gente razonable.
-No quisiera molertar, aunque la verdad es que estoy bastante despistada y no me vendría mal un poco de ayuda.
-¿En qué puede servirte un vejestorio como yo?
-Pues vera...
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