... Marina no pudo reprimir el recuerdo de la joven madre de Naomi que yacía bajo tierra.
Llegó a la puerta de embarque. Todavía estaba cerrada. Se sentó en un moderno banco transparente de varios metros de longitud junto a otros pasajeros europeos.
¿En cuántos aeropuertos había esperado? ¿Cuántos aviones había cogido en su vida? ¿Y cuántos más cogería? Vuelos internacionales a los cinco continentes, vuelos nacionales, avionetas de hélice hacia lugares remotos. Asi llevaba Mariana, saltando de país en país, diez años, entregada a la humanidad.
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