lunes, 1 de junio de 2015

Y se derritió...


Y se derritió y lo fui comiendo porque el quiosco estaba muy lejos y cuando llegué al café la tía no estaba en la mesa. Me senté en un banco a esperarla, pensando que quizás había ido a algún recado. Miraba a mi alrededor con temor de no encontrarla y entonce la vi. La tía besaba a un hombre y ese hombre al que no pude ver bien se parecía al que había sentado a nuestro lado. Se estaban besando como en las películas, sin que hubiera espacio entre ellos. Estaban semiescondidos en una especie de recodo entre dos callejuelas, al abrigo de todas las miradas menos de la mía. No tenía edad para sopesar aquel beso, pero supe que mis ojos no debían mirarla, entonces regresé al quiosco y me quedé allí...

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