Echó un vistazo a sus compañeros que estaban sentados en sus voluminosos trajes de salto en el escaso banco adosado a estribor del avión. Con la puerta abierta permanentemente, el ruido era excesivo para conversar, y en todo caso, a la mayoría de los paracaidistas les gustaba prepararse intimamente, encontrando así el estado de ánimo óptimo para saltar.
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