Te doy mi palabra, Mario, pero cada vez que te veía al solazo en el banco de enfrente de casa, con un periódico que entonces me empezaste a gustar, ya ves, yo creo que por eso, pensaba, "ese chico me necesita y debe ser muy apasionado", que me hacía ilusiones, fíjate, sin fundamento, de acuerdo, pero a mí, y te hablo con el corazón en la mano, me hubiera gustado tener que pararte alguna vez los pies...
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